
Portada de Protocolo dedicada a
San Juan Nepomuceno.
Iconografía Notarial Mexicana, Bernardo Pérez del Castillo, México, 1988.
Colón llegaba con sus naves en representación de los Reyes Católicos de España, a un nuevo continente, todavía sin saberlo. Lo acompañaba Rodrigo d´Escobedo, escribano de toda la armada.
Llegaba el descubrimiento, la conquista y la colonización de América. Nombrados por el Reino de Castilla, los escribanos que arribaron a las Indias dejaron registrado en sus actas y con minuciosidad, una sucesión de fundaciones Entre ellas, el Acta de Fundación de Mendoza, de Córdoba, San Juan, Buenos Aires, y tantas otras ciudades más, entre el año 1561 y 1593.
Al crearse el Virreinato del Río de la Plata en el año 1776, la Audiencia de Buenos Aires, permitió que la función notarial se regulara.
Un hecho trascendente, acontecería casi 300 años después del descubrimiento, con el Acta de Mayo, en pos de la independencia de España.
El tintero más antiguo descubierto tiene una datación cercana a los 3,000 años construido en piedra. Los escribas egipcios siempre portaban con ellos sus útiles de trabajo: papiros, pinceles, tinteros, un frasco de agua y goma y un mortero.
La tinta color negra y rojas eran las que se usaban en los documentos oficiales y la negra en escritos en general. El mortero era usado para moler los colorantes.
Se atribuye a los bizantinos el hábito de llevar los tinteros y plumas colgados de la cintura. Esta costumbre fue adquirida por los romanos y en el transcurrir de los años, estos elementos de barro, cerámica o metal se volvieron en objetos de distinción social y nivel cultural. Durante los siglos XVI y XVII, en Europa, los tinteros lograron importancia artística y emblemática.